¿Qué mirás? El rostro de la medusa, de Melisa Liebenthal

La anécdota de El rostro de la medusa (Liebenthal, 2022) es simple: luego de una breve hinchazón, Marina descubre que su cara ha cambiado; no cambió un poco, no cambió en un rasgo, es completamente distinta. Médicos homeopáticos y alopáticos fracasan en encontrar una explicación y una cura. Se trata de la premisa tradicional de la ficción “¿Qué pasaría si….?”; en este caso, qué pasaría si mañana tengo una cara totalmente distinta. La película responde a esa pregunta con lujo de detalles, se sumerge en todos los aspectos de la ficción: amoroso, familiar, laboral… Hay que decirlo: es una película sumamente entretenida a la que podés llevar a tu novie que no es nada cinéfile. Incluso el final, aunque sorprendente, no deja lugar a ninguna duda. Pero, para quien quiere verlos, hay detalles que reemplazan el “qué pasaría si…” por “qué pasa con…” Estos detalles pueden o no ser voluntarios, pueden anticipar o no una respuesta, eso no podemos saberlo; aquí me limito a señalarlos.

Las pistas están por todas partes, como migajas que dejara una Gretel desordenada. Empecemos por el título; incluso si se refiere al animal que, de hecho, aparece en la película, es inevitable pensar en el ser mitológico: Medusa convertía en piedra a quien la mirara, por lo que Perseo, para cortarle la cabeza, debió observarla en el reflejo de su escudo. Este mito es de una gran complejidad (algunas referencias en este breve texto) pero de él tomaré solo la necesidad de ver algo de forma indirecta para poder acercarnos. De hecho, así funciona la ficción, puede contar algo real o algo que se considera real, a través de una mentira. En sus formas de abordar su tema, la ficción puede deformarlo hasta incluso hacerlo irreconocible.

El tema evidente de esta película es la propia imagen (que también se problematiza en un documental de la directora, Las lindas, disponible en Mubi). La comparación de fotos viejas y nuevas, la manipulación de las imágenes, los intentos de “corregir” rasgos con maquillaje, los comentarios de desconocidos sobre su aspecto y de conocidos para quienes ella se vuelve irreconocible, hasta el punto de no saber cómo llamarla, es decir, todo lo que se refiere al argumento, explora esta temática.

Pero hay algo más que lo evidente: intercaladas con la historia de la anécdota principal, aparecen imágenes de animales en lugares donde están expuestos para ser vistos. Pero, como indica una voz irreconocible, “los animales a veces devuelven la mirada”.

Sus rostros son manipulados con el mismo tratamiento que el rostro de la protagonista, lo que puede llevar a preguntarnos si la película los iguala. En algún aspecto, en tanto seres en exhibición, parece que los animales en los zoológicos son lo mismo que las mujeres jóvenes quienes, según los personajes, son “mala onda” si no se dejan ver.

De hecho, para no dejarse ver, Marina entra a un museo de arte. Este espacio es central con respecto a la imagen de la mujer por la famosa polémica con respecto a la enorme cantidad de retratos y desnudos de mujeres en los museos de arte, y la poca presencia de artistas mujeres (más información aquí). Allí, Marina observa pinturas junto a una turista que comenta la mirada de una de las mujeres retratadas. Parece que, como los animales, las mujeres de los cuadros también devuelven la mirada. Poco después Marina se detiene en La vuelta del malón, en que la blancura de la mujer raptada es el centro de atención, pero Marina (o la cámara, que suponemos que sigue su mirada) se fija ante todo en los rostros de los animales. Es que en este cuadro la única mujer está desvanecida, con los ojos cerrados.

Otra analogía entre la protagonista y los animales puede verse en la llamativa mención de Fernando Novas, paleontólogo que estudia los cambios que llevan a una especie a convertirse en otra. Cuando Marina analiza sus fotos antiguas y presentes, también trabaja con las fotos de sus padres, lo cual puede sugerir que busca las razones o las raíces de su imagen, como Novas busca dinosaurios en los pájaros.

Pero esta nueva cara que hoy tiene Marina no viene de la genética, ni de cicatrices de la infancia, ni de cirugías de ningún tipo: parece impuesta por arte de magia, como tantas cosas que hacemos y somos las mujeres, que a veces, como Marina, las terminamos aceptando y las publicamos en redes sociales, o que a veces se pueden cambiar de formas muy sencillas pero que no se nos habían ocurrido.

Si tengo que ser justa, debería decir que lo mismo les pasa a los hombres, ya que todos formamos parte de sociedades que nos manipulan sin que lo sepamos. Pero dejemos que ellos luchen sus propias batallas. El rostro de la medusa está inmersa, lo quiera o no, en una batalla muy específica y, hasta cierto punto, femenina. El machismo ha sabido explotar el feminismo durante décadas en que directores y guionistas hombres quieren retratar a grandes heroínas o mártires, es decir, terminan por hacer lo que el patriarcado siempre hizo: decirle a actrices lo que deben decir y hacer, a espectadoras lo que deben sentir y pensar.

Si no fui lo bastante explícita hasta ahora, quiero serlo aquí: no sé si esta película quiere mostrarme todo lo que veo en ella, pero no puedo evitar verlo. Cada semana pienso que si vuelvo a ver otra película, otra canción u otra obra de teatro en la que los hombres intentan mostrarnos cuánto nos entienden, el cerebro me va a estallar. Y cada semana tengo que andar por ahí con el cerebro estallado. El rostro de la medusa es una película dirigida y escrita (con la colaboración de Agustín Godoy) por una mujer, y es uno de los pocos casos en que las retratadas, las observadas, las juzgadas, devuelven la mirada. El hecho de que reflexione desde la ficción y sin halos trágicos permite esquivar las generalizaciones. Así como a mí me hizo pensar en tantas cosas distintas y hasta googlear a un paleontólogo, puede generar otras preguntas y otras respuestas en personas muy distintas a Liebenthal, a Marina y a mí.

El rostro de la medusa (2022)

  • Dirección: Melisa Liebenthal
  • Guión: Agustín Godoy, Melisa Liebenthal
  • Con: Rocío Stellato, Vladimir Durán, Federico Sack.
  • Fotografía: Inés Duacastella
  • Disponible proximamente…

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