Existen, en el cine de Hollywood, una gran cantidad de estereotipos donde los espectadores nos refugiamos para sentirnos identificados y entregarnos al relato sin temor ni inseguridades.
Uno de los clásicos a los que nos tiene acostumbrados la industria es a los personajes “madre”. Mujeres siempre perfectas -seamos justos y digamos que la racialidad está un poco más integrada que años atrás-, bien peinadas y maquilladas, multitasking de éxitos varios, con la vida doméstica bastante resuelta, con la billetera y la heladera llenas, y cuyos conflictos no pasan de asuntos desgraciados que en definitiva se resuelven porque la vida siempre tiene un final feliz.

Son pocos los films que retratan otro tipo de maternidades, y este es el caso de “La hija oscura”, película estrenada en 2021 y con varios premios de festivales encima.
La trama se centra en Leda, a quien seguimos en sus vacaciones en una playa de Grecia, cuando la llegada de una familión particular rompe el delicado equilibrio de su tranquilidad. Es un personaje lleno de matices interpretado profunda y magistralmente por Olivia Colman; una traductora especialista en literatura italiana comparada de gran trayectoria académica, pero torpe física y socialmente, de reacciones inexplicables y un tanto infantil.
Leda se transforma en una gran observadora de las mujeres de esta familia y es aquí donde comienza a vislumbrarse el eje de la maternidad que domina el relato. Sin proponérselo, va a vincularse con ellas y podrá, a través de una extraña sororidad, reconocerse en su pasado. En los viajes suelen darse relaciones enigmáticas, pasajeras. Leda no está sola a pesar de su soledad; también hay algunos hombres que la acompañan. Pero es imposible liberarse del recuerdo, de las decisiones tomadas, y eso lo sabe.
Los flashbacks, de planos bien cerrados sobre las caras y los cuerpos de ella con sus hijas, anticipan el ahogo que domina a Leda en su pasado, interpretada por Jessie Buckley como un espejo perfecto de la actual. Estos momentos, cuyos universos sonoros repiten las quejas y los llantos de las niñas en una cadencia agobiante, se tornan recurrentes a medida que Leda se envuelve en algunas complicaciones. Ella pasa los límites de lo racional, se deja llevar por sus debilidades y pasiones. La entendemos a través de sus miradas, de sus emociones a flor de piel, aunque por momentos es difícil empatizar y es lo que incomoda al espectador: su brusquedad, y también su valentía.
“Soy una persona muy egoísta”, se sincera. Carga con la culpa pero no con el arrepentimiento, quizás porque sabe que más allá del recuerdo no hay nada, sólo queda el hoy, rearmarse en el presente y disfrutar los momentos fugaces y las compañías efímeras. Es humana y se equivoca pero ¿se puede equivocar una madre? La tensión dramática avanza junto con la historia, donde un objeto particular toma la forma de causa pendiente y nos llena de interrogantes: ¿Leda, por qué hiciste esto?, ¿Leda, y ahora qué vas a hacer?
“La hija oscura” es la ópera prima de Maggie Gyllenhaal, quien tiene un largo recorrido como actriz de Hollywood, pero como directora ofrece una mirada distinta sobre la idea hegemónica de mujer madre y abre la puerta para que habiten las pantallas mainstream otras nuevas perspectivas más reales, más humanas, pero no menos incómodas.

La hija oscura (The lost daughter, 2021)
- Dirección y guión: Maggie Gyllenhaal (basada en una novela de Elena Ferrante)
- Con: Olivia Colman, Jessie Buckley, Dakota Johnson, Ed Harris, Peter Saarsgard, y otros.
- Fotografía: Hélene Louvart
- Montaje: Affonso Goncalves
- Música: Dickon Hinchliffe
- Disponible en Netflix.


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