La narración perfecta: No voy a pedirle a nadie que me crea

Odio las películas que reflexionan sobre sí mismas, eso que a veces se llama metadiscurso, y si les digo que No voy a pedirle a nadie que me crea es una película sobre un chico que estudia los límites del humor y al mismo tiempo nos hace preguntarnos como espectadores sobre los límites del humor, supongo que pensarán que es un aburrimiento pero no, es cualquier cosa menos aburrida.

Esta película tiene todo: humor (claro), una trama policial, una trama amorosa, una crítica al racismo desde el dolor y también desde la burla a los racistas, sexo, unos giros argumentales que me dejaron literalmente con la boca abierta y hasta una chica en tetas comiendo un salamín en un sillón, en pleno invierno. Aquí se usan ciertos recursos del humor para escenas que no son (y no creo que busquen ser) para nada graciosas, y se usan recursos ya anticuados del suspenso (como la música ominosa) que sin embargo son totalmente efectivos.

Esta película también es una patada en el estómago, por la desesperación del protagonista y porque en determinado momento hay que hablar de personas desaparecidas y esa palabra, tanto para los argentinos como para los mexicanos, tiene un peso enorme. Pero inmediatamente después de reventarnos en lo más profundo de nuestro ser, la historia sigue, como la vida, porque a fin de cuentas vos y yo estamos pensando en cine mientras el mundo, para variar, se está viniendo abajo.

Creo que porque no nos muestra nada accesorio (se evita toda escena de tránsito, toda explicación supérflua) llegamos a conocer a un montón de personajes de forma profunda: el gran número de historias entrelazadas no impide que sepamos exactamente quién es quién y por qué es indispensable en la trama. Así, logra involucrarnos intelectual y emocionalmente: nuestra mente racional está atrapada en cada giro del argumento, necesita estar alerta porque nada se dice dos veces, y nuestro aspecto emocional se compromete con los personajes al mismo tiempo que reacciona a todos los pequeños cortocircuitos ideológicos que están diseminados por la película.

Si después de todo lo que te dije (y del título que le puse a esta nota) todavía necesitás saber de qué se trata, ok, acá va: el mencionado estudiante de letras se ve envuelto en una organización criminal, sin comerla ni beberla, y esta es la historia de cómo esa organización lo usa para lograr sus objetivos. Está basada en la novela homónima de Juan Pablo Villalobos.

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