El cine no murió

El título de este artículo resume para mí la esencia de “Los delincuentes”, una película que en el fondo reflexiona sobre el cine como medio expresivo y artístico, que nos dice que más allá de que las tecnologías hoy lo superan todo, el cine se mantiene vivo, que todavía es un arte, incluso cuando lo veamos desde una plataforma. 

Una de sus tantas atribuciones pasa por la imposibilidad de encasillarla dentro de un género único. Esto la vuelve atrapante en primer término, dado que su narrativa nos va envolviendo entre lo absurdo y lo curioso. Lo que empieza como una película de robo o estafas -de las cuales nuestro cine tiene geniales muestras- continúa como un drama existencialista (que tampoco es tan dramático) de matices variados. La historia se vuelve interesante por su forma más que por su contenido, y hay una persistente manifestación autoral que la vuelve, quizás, subversiva.

Un empleado bancario, Morán, roba parte del tesoro de la caja fuerte. Parece que el azar le hubiera dado una posibilidad y él, sin dudar, la aprovecha. Luego de cometido el robo, encuentra en Román un cómplice forzado. Él puede decir que no, pero algo lo impulsa a obedecer a Morán. El relato sigue las consecuencias de los actos de estos dos hombres pero la fortuna, el amor, la libertad, sólo vienen por azar. Román no quiere trabajar más y por eso roba; Ramón quiere ser libre y se deja llevar. Ambos cruzan el amor en la misma mujer, Norma, que representa toda esa abstracción. Ella vive en las sierras, sin preocupaciones, y sólo tiene instinto y pasión. Los personajes no tienen un pasado ni un presente muy definido, son los que vemos que hacen: robar, huir, coger.

En esta aventura particular, el tiempo parece jugar a muchas puntas y se refleja, por un lado, desde la puesta en escena, donde lo temporal es tramposo.Ya desde el comienzo el tango a lo Piazzolla nos ubica en una Buenos Aires más ochentosa, cruzada de taxis y fachadas. Morán trabaja en un banco donde las oficinas son antiguas, el cablerío precario, la tecnología es obsoleta. Sin embargo, hay ciertos detalles que nos sitúan en la actualidad. 

Se suceden las situaciones y los personajes absurdos, todo en perfecto funcionamiento dentro de una lógica verosímil, pero llena de comentarios del director. Entonces tenemos varios personajes con nombres que se hacen anagramas, un actor que se desdobla en dos personajes distintos, y muchas referencias al cine de la Nouvelle Vague y de Bresson: lo bucólico, la búsqueda del hombre de ciudad, la autorreflexión. Son caprichos del director? Será una manera de decirnos que estamos viendo algo, que ese algo es una película, y que esa película es cine? 

Pero lo más importante aún, es la necesidad de reflexionar sobre este medio y la tecnología. En una película donde hay pocos diálogos, donde las pasiones se expresan pero no se gritan, se cita a la tecnología como fuente de estupidez humana. Uno de sus personajes, un videasta que filma una película eterna declara: “el cine como tal ya murió”, enterrando la poética de un medio que supo ser mágico y sigue siendo difícil. Las hermosas panorámicas de las sierras de Córdoba quizás hacen temblar esa idea, oponiendo al cine como un refugio, el mismo al cual se escapa Román para no enfrentar la realidad de su vida. El mismo cine que es para nosotros también un refugio.

Los delincuentes (2023)

  • Guión y dirección: Rodrigo Moreno
  • Fotografía: Alejo Maglio e Inés Duacastella
  • Con: Daniel Elías, Esteban Bigliardi, Margarita Molfino, Laura Paredes, Germán de Silva, entre otros.
  • Disponible en MUBI.

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