Cuando la indiferencia no es opción

El hombre promedio, hijo del capitalismo, funcional a la estructura dominante, vive en un mecanismo que se repite todos los días y donde no hay lugar para el cuestionamiento. Mientras, afuera, las mismas manos que manejan estas estructuras destruyen cuerpos, mentes, libertades.

En la peor dictadura que vivió nuestro país, el aparato represivo del Estado era muy amplio; tenía infinidad de ojos, oídos y tentáculos para atrapar y desaparecer. No había que meterse, no había que mirar, tampoco opinar. Pero, ¿qué sucede cuando algo saca al hombre del letargo? Cuando la urgencia se impone, la pulsión por la vida nos empuja a actuar, tal como le sucede a Francisco Sanctis.

Sanctis es un hombre de unos 40 años, padre y sostén de una familia tipo, oficinista, cuyo objetivo es lograr un ascenso. Su vida transcurre sin altibajos, a pesar de que es una época en la cual hay que cuidarse. Las cosas no están para andar jodiendo, aunque no se hable mucho y él no tenga militancia ni compromiso político. Pero un encuentro con Helena, una vieja amiga, va a trastocar su impiadosa rutina. Ella le brindará, muy a su pesar, dos nombres y una dirección: esas personas van a ser secuestradas y él es el único que puede salvarlas.

Así comienza el derrotero del protagonista. Sin quererlo se ve sumergido en el dilema entre lo que debe hacer y el terror de ser atrapado. Pero tiene un compromiso moral que lo conduce inexorablemente a cumplir esa misión. Sanctis pivotea en el rol de héroe y antihéroe ya que sus valores son permeables, porque su conflicto interno es constante y devorador.

El suspenso es un elemento preponderante en el film, presente siempre en el deambular nocturno de Francisco, atemorizado, dubitativo, durante una época en la que andar solo de noche era altamente peligroso y la policía estaba al acecho. Este suspenso, que se incrementa en el tramo final, ubicado en este contexto del terror, invade el tono de la película de un halo siniestro. Además, juega con las emociones y la empatía del público, ya que contribuye a mantener la expectativa sobre las acciones del protagonista.

El paisaje urbano funciona como marco para la puesta en escena y, además, encuadra una temporalidad determinada: el relato abarca un día entero. La cámara actúa como un narrador omnisciente que acompaña a Sanctis, y nos comparte su estado psicológico y sus dudas. Siempre se mantiene al lado, atrás, enfrente, mira con él. Puntualiza acciones, pero también se despega de ellas.

El universo sonoro es el otro gran protagonista. Determina el estado mental de Sanctis que se mezcla con el contexto, sus emociones, y configura un panorama inquietante en un momento histórico oscuro. En contraposición, el silencio que domina algunas escenas representa el vacío, la soledad de una ciudad que sobrevive como puede.

Basada en la novela homónima de Humberto Constantini, publicada en 1984, “La larga noche de Francisco Sanctis” fue estrenada en diversos festivales y ganó como Mejor película, Mejor Actor, Premio Signis y Premio FEISAL del BAFICI ’16, además de ser nominada en las categorías Un certain regard y Cámera dor en el Festival de Cannes en ese mismo año.

Esta película es un recorte sutil pero honesto sobre una persona que vive en una realidad atroz, pero que posee una humanidad más grande que su miedo. Es una historia, como tantas otras, de alguien que dejó de mirar para otro lado en un país dominado por el terrorismo de Estado. Es una buena oportunidad para que hoy, más que nunca, sigamos manteniendo viva la memoria y no nos gane la indiferencia. Nunca más.

La larga noche de Francisco Sanctis (2016)

  • Guión y dirección: Francisco Márquez y Andrea Testa
  • Fotografía: Federico Lastra
  • Música: Abel Tortorell
  • Con: Diego Velázquez, Valeria Lois, Laura Paredes, Marcelo Subiotto y Rafael Federman.
  • Disponible en CINEAR.

 

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