Advertencia: En este artículo doy por sentado que viste las cuatro primeras películas de la saga Alien. Si no las viste, te recomiendo empezar a verlas, siguiendo el orden cronológico de estreno.
Ya viste la saga Alien/Ripley, ya descubriste cómo termina cada película y ya entendés que indefectiblemente la mayor parte de los personajes van a morir, porque nadie le gana a un alien. Ya sabés cómo se reproducen, cómo matan y por qué incluso cuando lográs lastimarlos es una mala noticia para vos. Pero igual volvés a ver la saga, porque Alien es mucho más que suspenso, mucho más que descubrir quién es el malo de la película. Acá te cuento qué aspectos me sorprendieron cuando volví a ver la saga completa, y por qué nunca nos cansamos de ver a los humanos tropezar siempre con la misma piedra.
La evolución de Ripley
Helen Ripley es la primera gran heroína de acción. La antecedieron en televisión personajes sobrenaturales como la Mujer Maravilla y la Mujer Biónica, pero Ripley es la primera mujer ordinaria que logra sobrevivir y derrotar a un monstruo a base de inteligencia y fuerza. Cuando empieza Alien (1979, en español llamada El octavo pasajero) el espectador no sabe que ella es la protagonista, porque todos los personajes parecen tener la misma importancia. En este contexto, el hecho de ser una mujer profesional, de pensamiento crítico (desconfía desde el principio del «malo»), heroísmo (se encarga hasta de salvar al gato) y resistencia tanto física como emocional, es suficiente para caracterizarla. Además, a diferencia de todas las grandes mujeres del cine, no está mostrada como objeto de deseo, y si bien al final la vemos casi desnuda, se trata de imágenes que no apuntan en lo más mínimo a lo erótico (aunque, por supuesto, cada uno encuentra sus fetiches donde puede).
En la segunda película de la saga, Aliens (1986), Ripley suma una característica tradicionalmente femenina: la protección de los niños. Ahora ya sabemos no solamente que ella es la protagonista, sino que los bichos contra los que lucha son indestructibles. Estamos toda la película deseando que el resto de los personajes que hagan caso a Ripley, que la tiene clarísima. A diferencia de muchos héroes del cine, ella puede, al mismo tiempo, ser heroína y morirse de miedo. Ripley está asustada todo el tiempo y con razón, igual que la nenita que ella promete proteger. Las dos saben a lo que se exponen, las dos saben que la única esperanza es huir. Así que en esta película la heroína no es solo una mujer inteligente, fuerte y valiente, sino también una mujer maternal que no necesita renunciar a ninguna de sus características anteriores para mostrar este aspecto.
Alien3 muestra una Ripley diferente: por primera vez es un ser sexual, pero lo es de tres formas diferentes:
- Es un sujeto sexual, ya que solicita, explícitamente y sin rodeos, un encuentro sexual con uno de los empleados de la cárcel.
- Es un objeto sexual en el peor de los sentidos, ya que está rodeada de criminales que intentan violarla.
- Es un ser reproductivo, ya que en su interior se encuentra el embrión del monstruo.
Hay varias razones por las que, a diferencia de lo que ocurrió en otros casos, podemos pensar en el monstruo dentro del cuerpo de Ripley como un embrión y no como un parásito, a pesar de que, objetivamente, no lo es. En primer lugar está el encuentro sexual, que no aporta absolutamente nada a la narración. Pero el hecho de que inmediatamente después Ripley descubre que el monstruo está dentro de ella permite asociar los dos hechos, como si estuvieran relacionados, incluso si en verdad no lo están. Además, a diferencia de otros personajes que fueron «infectados» por el monstruo, que no muestran ningún síntoma, Ripley está más cansada de lo habitual y, a pesar de que salva a la humanidad como siempre, lo hace con cierta dificultad. En este sentido se parece a una embarazada, que puede hacer todo lo que hacía antes… pero con más cansancio. Por otro lado, ella misma le dice a uno de los monstruos «soy parte de la familia», como si por llevar a un monstruo en el interior de su cuerpo implicara un lazo de sangre. Uno de los monstruos incluso acepta ese lazo, ya que no la ataca, y por eso podemos tener la famosísima imagen de ese encuentro en el que Ripley sale ilesa.

Por último, cuando el monstruo finalmente sale de su pecho, ella no muere de inmediato. Esto no solo la diferencia de todos los otros personajes que sufrieron el mismo calvario, sino que además le da la oportunidad de sostener al pequeño monstruo con las manos, casi con delicadeza, mientras ella misma se arroja al plomo incandescente para terminar con la vida de ambos.
La última Ripley, la de Alien: Resurrección (1992) es un clon creado a partir de los restos encontrados de esa mujer y ese monstruo, unidos en el mismo cuerpo (no sé cómo, supongo que la ciencia en el futuro va a poder sacar ADN de las piedras). Pero hay errores en ese clon, y el ADN humano se mezcla con el alienígena. Su sangre, como la del monstruo, es ácido que atraviesa todo tipo de metales. Ripley ahora es otra, no tiene miedo, tiene certezas. A diferencia de las películas anteriores, el encuadre se encarga de mostrarla de cuerpo entero, esbelta, poderosa incluso cuando no tiene armas. Las advertencias que hace sobre el peligro, que en las películas anteriores eran ruegos, en esta son sentencias: todos van a morir, no hay forma de controlar al monstruo, y la única esperanza es huir.
Pero en esta película Ripley también completa su rol como «madre del monstruo» (palabras que usa para presentarse), que había sido truncado en la película anterior. Aquí aparece un monstruo único hasta el momento, por parto (los anteriores salían de huevos), que asesina a la reina, que lo dio a luz, y en su lugar identifica como madre a Ripley. El monstruo es la cosa más fea que puedas ver, porque tiene algo de humano, y al mismo tiempo le hace caritas tiernas a Ripley, que ella responde con el mismo cariño. Aquí no quedan dudas, la filiación no es simplemente sugerida como en Alien3, es evidente y explícito que este nuevo monstruo es genética y afectivamente hijo de Ripley.
Esta versión de Ripley es la más compleja y, para mí, la más interesante. Es inevitable el paralelismo con la Sarah Connor del segundo Terminator, mujer resurgida del trauma para convertirse en una máquina de matar. Pero Ripley es más que eso, conoce lo peor y lo mejor de las dos especies a las que pertenece y siente amor por ambas. Esta es la única Ripley que, al final de la película, no se entrega voluntariamente al sueño o a la muerte.
La evolución de la imagen
La ciencia ficción en cine se construye, ante todo, por los escenarios, que en esta saga van variando por dos razones: por la idea que se tenía de la tecnología en la época que fue filmada cada película, pero también por cuestiones argumentales. La primera película muestra un tipo de ambiente tecnológico que puede resultarnos un poco avejentado: la nave Nostromo con sus pantallas titilantes y monitores que son cualquier cosa menos planos. Sin embargo, esta estética es rescatada por la última Alien (hasta ahora), que no pertenece a la saga Ripley sino a la saga David: Alien: Covenant. Esta película es de 2017 pero retoma mucha de la estética de los 70: no sólo los peinados y la vestimenta de los personajes se parecen a la de la primera Alien, sino que también los objetos, en lugar futuristas, son retro: la protagonista mira fotos en papel y está presente el inolvidable pajarito de plástico que toma agua. Se supone que los eventos de Covenant ocurren poco antes de que Ripley tenga su primer encuentro con los monstruos. Es decir, la película es posterior, pero lo que narra es anterior a toda la saga Ripley. Así, los «atrasos» en las instalaciones se justifican desde el argumento: tanto la nave de Covenant como la Nostromo están pensadas como herramientas y ambientes de trabajo. Si vas en un barco pesquero, no vas a tener lo mismo que en un yate de lujo.



En Aliens la imagen de la tecnología es más o menos la misma, pero en este caso Ripley viaja con militares, así que vamos a encontrar casi los mismos personajes, vestuarios y armas que en cualquier película bélica de la época. Nuevamente, si no tienen pantallas táctiles, podemos pensar que es porque los militares necesitan algo más «robusto». Lo único que envejece tremendamente mal es el hecho de que Ripley, que estuvo «durmiendo» durante 50 años, entiende y puede manejar la tecnología del momento en que es reanimada. Si hoy traemos a cualquier persona de los años 70, la única tecnología que podría usar es el microondas. Pero esta capacidad de Ripley es central para el desenlace, así que los perdonamos.
El salto se da en Alien3. La imagen, que hasta ahora se limitaba a construir ambientes, crear suspenso y seguir a los personajes, se convierte en un fin en sí mismo. Los escenarios dan asco, está todo venido abajo y los personajes no tienen ni una pava eléctrica. Pero todo esto es justificado por el argumento: es una cárcel prácticamente abandonada. A pesar de este panorama poco prometedor, Alien3 es la única película de la saga en que las imágenes buscan la belleza más allá del contenido. La paleta de colores se limita a los ocres, con naranjas y rojos que sobresalen y azules que cortan. Lejos de la eterna noche de las películas anteriores, las luces y sombras crean formas al mismo tiempo que colaboran con el suspenso. El encuadre de cada imagen está pensado desde lo visual y no solo desde lo argumental.



En Alien: Resurrección la cámara vuelve a estar al servicio de la narración y si bien el arte nos acerca a la imagen que tenemos de una nave espacial en la actualidad, veremos qué se dice de esta película en diez años. Pero el espacio que se construye, casi sin mostrarlo, es la Tierra del futuro. No sabemos qué hay ahí pero sabemos que los personajes no quieren ir. Si bien las últimas imágenes de la película muestran un cielo terrestre, lo peor de nuestro futuro queda oculto. Sin embargo, podemos adivinar que nada bueno puede esperar en la Tierra, si los personajes la describen como un basurero y dicen que prefieren quedarse en la nave con los monstruos.Suponemos que es una exageración, pero igual nos da la idea de que el monstruo que ha persigo a Ripley durante cuatro película no es una excepción sino un simple eslabón en una cadena de malas decisiones humanas.
La saga David
Advertencia: Si no viste Prometeo o Alien: Covenant no sigas leyendo.
Lo que decidí llamar «la saga David» hace algo, a mi entender, imperdonable: nos explica no sólo de dónde vienen los monstruos sino también de dónde viene la humanidad. La explicación del origen de la humanidad parece algo más metafórico que literal, porque los mismos personajes dicen que esta explicación no tiene sentido, considerando la tonelada de evidencia que tenemos de la evolución. Pero saber quién nos creó, permite armar todo un conflicto freudiano de «matar al padre» que tiene algún sentido. Así que esa parte, por absurda que sea, no me molesta tanto, quizás justamente porque no podemos tomarla como algo más que metafórico.
Lo que realmente me molesta es que expliquen cómo fueron creados los monstruos, o sea, los aliens. Antes de esta explicación, el hecho de que fuera una criatura misteriosa, que descubrimos por casualidad y que decidimos usar como arma una y otra vez a pesar de que sabemos que nos va a destruir y que cualquier fantasía de control es insostenible, permite reemplazar la palabra «criatura» con absolutamente cualquier cosa. Es una pesadilla adaptable a la experiencia personal de cualquiera.
En cambio, pensar que el monstruo fue creado para destruirnos, primero por un padre milenario y después perfeccionado por un hijo insatisfecho, le da a la historia dos matices que detesto. Por un lado, la carga de algún tipo de sentido del destino, porque el monstruo fue creado originalmente para destruirnos. Así, nuestra responsabilidad como especie belicista queda desdibujada ante la voluntad de un ser superior.
Por otro lado, arruina lo mejor del terror: el misterio. El monstruo es tan aterrador no solo porque es incontrolable físicamente, sino también porque lo es intelectualmente. Los científicos de Alien: Resurrección creen que lograron entenderlo pero no, la única que puede hacerlo es Ripley, ahora que es uno de ellos. Entonces vemos que estos dos cambios son ideológicos: rechazar la responsabilidad (social o individual) por nuestra propia destrucción, y al mismo tiempo dar una tranquilizadora sensación de control. También ideológica es mi objeción. No digo que las películas sean malas, ni siquiera digo que no me gusten, digo que estoy en contra de este tipo de mensaje.
Si bien toda lectura del cine es subjetiva, obviamente lo que me gusta y no me gusta lo es todavía más. Así que los invito también a ustedes a preguntarse por qué les apasiona el monstruo, o Ripley, o incluso David.


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